Algarviana Ultra Trail - Por Migue

Bueno, aquí estamos, intentando de nuevo sintetizar en unas pocas palabras la última locura a la que se nos ocurrió apuntarnos.

La broma empezó a gestarse camino de Aracena, donde íbamos a entrenar. Ahí estaba Sonia, móvil en mano diciéndome que nos apuntáramos a una “carrerita” en Portugal. De todos es conocido que yo soy difícil de convencer, así que, ¿Por qué no? Venga, vamos al lío...lo que no me esperaba es que ese lío eran 300 kilómetros en menos de 72 horas, pero bueno, ¿quién dijo miedo?

Una vez decidido quAlut?e nos apuntábamos y hechas las inscripciones, sólo quedaba acumular kilómetros, desnivel e intentar que este verano fuera diferente, en cuanto a lo que me suele ocurrir habitualmente, que se me va de las manos y vuelvo con cinco kilos más. Esta vez, llegué a septiembre con bastantes kilómetros y por debajo de los 80 kilos. Perfecto para mí. Los tres meses siguientes conseguí aproximarme más a los 70 que a los 80.

Casi sin darnos cuenta, llegó el día de partir hacia Alcoutin, punto de partida de nuestra aventura. Atrás quedaban muchas horas de entreno, incluido un Desafío Pata Negra con un tiempo de perros que sirvió para endurecer la mente. Llevábamos la previsión de horas que tardaríamos en hacer la carrera, pero no teníamos una base cierta sobre la que hacer el cálculo. De hecho, tras la primera noche sin dormir, ya vimos que nos sería imposible cumplir con esos tiempos.

Una vez en la l?ocalidad portuguesa, hicimos grupo con Juan, del Club de Atletismo de Camas y con Tony, todo un trotamundos que nos deleitó con sus mil historias sobre carreras que ni sabíamos que existían. Salimos bien, a un ritmo que nos permitió recortar algo más de dos horas las previsiones que habíamos hecho para los primeros 100 kilómetros. La carrera se desarrollaba por buenas pistas, y salvando la dificultad de seguir un camino cuya única señalización es la propia de un GR, un poco de lluvia y el cruce de un río que no teníamos claro por dónde era, todo iba perfecto. Al salir del avituallamiento, a Tony le dió un apretón. Al ver lo complicado de la salida del pueblo, lo esperamos en la plaza de la iglesia. Viendo que no venía, y con el frío que hacía, decidimos seguir andando despacio, hasta que nos cogiera...entre tanto, a él lo sacó alguien de la organización directo al camino, por lo que salió por delante nuestra y apretando para intentar cogernos. No sé cuánto tiempo perderíamos ahí, pero finalmente decidimos correr para aprovechar las bajadas. Ya se nos hizo de día y eso hizo que mejoráramos el ritmo, pero la parte final de este tramo, justo antes del avituallamiento, era un barrizal. Las máquinas habían removido todo el terreno y se hicieron bastante duros esos kilómetros. Por fin, alcanzamos el avituallamiento. No íbamos mal. Más de 130 kms en 24 horas. Cinco kilómetros de regalo iban por ahí…

Al entrar en el avituallamiento, nos avisan que Tony está allí. Nuestra cara era todo un poema. Llevaba algo más de media hora allí. En este punto, Juan, que iba con un gemelo tocado y con los pies llenos de ampollas, decide retirarse. Sonia y yo iniciamos el siguiente tramo solos. Tony se quedó preparando la mochila y quedamos en que nos cogería. Ahí volvimos a pillar un buen ritmo y decidimos parar en uno de los pueblos a tomar una cervecita, momento en el que Tony nos alcanzó. Retomamos la marcha los tres y en el siguiente avituallamiento, viendo que nos cogía la noche, decidimos dormir un poco. Primer error. Elegimos mal el sitio. Suelo duro y frío que no nos permitió coger prácticamente el sueño. Media hora escasa que perdimos para nada. Continuamos la marcha. Etapa de unos 25 kms y menos de 500 positivos hasta Messines. Casi cinco horas y media para completarla. Sonia con problemas en la rodilla, el sueño haciendo acto de presencia y una vuelta interminable por el pueblo hasta alcanzar el avituallamiento, que estaba en un parque de bomberos. Nuevo intento para descansar. Hora y media Tony, una hora yo y Sonia se quedó sin cama porque iba a tratarla el fisio. Sí...había camas, pero un número limitado y sólo quedaban dos. Sonia acabó fuera, sobre unas sillas.

Teóricamente, este descanso teníamos que haberlo hecho en el siguiente punto, en Silves, donde habíamos dejado sacos de dormir y el grueso de accesorios y barritas, para proceder a cargar los móviles, relojes y demás, mientras dormíamos. Ya habíamos perdido lo que ganamos la primera jornada…

Al salir de Messines, otros 25 kilómetros hasta Silves, esta vez con algo más de 500 positivos. La primera parte de estos 25 eran bordeando un embalse...pista, noche, música e intentar no dormirnos. Andábamos a buen ritmo, e incluso hubo algún trote, pero la noche te vuelve lento y torpe. Tras cruzar la presa, empieza la fiesta. Subida importante y luego bajada, con algún repechito hasta encaminarnos hacia Silves. Ahí volvimos a perdernos. La vía Algarviana no pasa por Silves. Había que seguir el track y nosotros seguimos las señales. Tras un rato intentando aclararnos, vimos  a un corredor que venía del pueblo y nos indicó donde estaba el avituallamiento. Algún kilómetro más de regalo, que andamos sobraos…

Alut1?Al salir de Silves, nos esperaba la etapa más dura. 31 kilómetros y 1200 metros positivos. Subida a la Picota, con vistas de infarto y bajada hasta Monchique. La primera parte era una copia de Aznalcóllar. Trotamos bastante, pero era un continuo sube y baja y sin saber cómo, acabamos bajando mucho el ritmo. Cuando nos aproximábamos a un cruce con una carretera, me dió por preguntar el tiempo de corte...y, supongo que por la falta de sueño, calculé mal y me puse a correr como alma que lleva el diablo...y Sonia y Tony detrás mía...empezamos a adelantar a corredores que nos miraban como si estuviéramos locos...Cuando por fin lograron alcanzarme, nos pusimos a subir a ritmo hacia la Picota, pero Tony se paró a cambiarse de calcetines, ya que habíamos cruzado un par de veces la ribera y llevábamos los pies chorreando, y a partir de ahí nos quedamos solos Sonia y yo. Al salir de Monchique llegaba Tony y nos confirmaba que se quedaba con el compañero del último tramo. Siguiente parada, Marmelete. Quince kilómetros y unos 500 positivos, concentrados casi todos en la primera subida. Aquí volvimos a pasarnos de frenada en un cruce y acabamos desorientados a pié de carretera. Finalmente conseguimos encontrar el camino correcto y nos llevamos una grata sorpresa cuando vimos a Santos, la pareja de Sonia, que venía a vernos. A partir de ahí, avituallamiento y últimos ochentaitantos kilómetros. 36 kilómetros con un desnivel prácticamente inapreciable que invitaban a correr. Y así de felices nos las prometíamos, con previsión de llegar al siguiente avituallamiento, dormir un poco y ya rematar la faena. Empezamos bien, a buen ritmo, adelantando incluso a algún corredor, pero alcanzamos una zona baja y húmeda, en la que el frío nos aletargó, y dejamos de correr. Grave error. Sonia, que no había descansado prácticamente nada en las paradas anteriores, empezó a quedarse dormida andando. Pillé sus bastones, se agarró a mi brazo y seguimos andando...palabras y frases inconexas, yo flipando y poco a poco fuimos haciendo kilómetros hasta que se le pasó el sueño. Habíamos perdido demasiado tiempo. Para colmo, nueva pérdida, idas y venidas buscando el camino que debíamos seguir, hasta que por fin lo localizamos. Pues nada, si queremos dormir en el próximo avituallamiento, hay que correr. Y ahí estábamos otra vez, corriendo y cruzando charcos con el agua por encima del tobillo, intentando recuperar el tiempo perdido. Todo para nada. Una nueva pérdida, con mojada de pies incluida y un interminable e insufrible camino entre parcelas hasta alcanzar el avituallamiento, nos hizo perder demasiado tiempo.

Casi siete horas y media para cubrir los 39 kilómetros y medio de esta etapa. No era lo que teníamos previsto, pero no había otra. Ya estábamos en Barao de Sao Joao. Aquí Sonia por fin pudo dormir, una hora aproximadamente. Yo, que no anduve demasiado vivo, perdí el tiempo comiendo, enviando mensajes y finalmente dormí menos de 15 minutos en una silla, con dos mantas por encima. Aun así, me dió la impresión de que había descansado lo suficiente. Nos pusimos en marcha de nuevo, todavía de noche, con algo menos de 40 kms por delante y más de diez horas para hacerlos. Teóricamente, más que de sobras...pero al poco de salir, nos volvemos a perder...caraja absoluta...íbamos de charla y nos equivocamos. Bueno, el terreno no presenta dificultad. A trochamonte entre los pinos y recuperamos el camino. De pronto, al menos para mi, aparecemos en medio del campo, así, sin saber cómo hemos llegado hasta allí, totalmente desorientado, pensando que todavía estaba dormido en el último avituallamiento y que aquello era una pesadilla…pero no...estaba despierto...y perdidos...totalmente perdidos. En ese momento pensé que no iba a terminar la prueba. Nos movimos rápido, nos llamó Ivan, nos orientó sobre dónde estaba el camino y tras sortear zarzas, vallas y volver otra vez a circular campo a través, conseguimos recuperar el camino. Tras relajarme un poco viendo que íbamos con tiempo de sobra, empiezo a sufrir lagunas mentales...no consigo articular una conversación. Parece como que hay zonas del cerebro que se están desconectando. Aprovechando lo benigno del clima, y que el sol ya calienta lo suficiente, me dejo caer en medio del camino y pego una cabezadita mientras Sonia habla con su madre. Mano de santo, oiga. No sé cuánto tiempo estuve, pero me reseteó el cerebro. Ánimos renovados y a buscar Vila do Bispo, lugar del penúltimo avituallamiento.

Quedando unos tres kilómetros para llegar, empieza una molestia en el lumbar que casi no me deja andar. Menos mal que apareció nuevamente Santos y me estiró un poco y me dió un par de consejos que me permitieron llegar a Vila do Bispo. No llegué a entrar en el avituallamiento. Santos trajo un botellín y fué suficiente para continuar. A estas alturas, tras haber perdido todo el tiempo del mundo, Tony nos había alcanzado y ya se encaminó a meta. Los 14 kilómetros más interminables de mi vida. Joder que lejos está el cabo de San Vicente. Casi no podía andar, así que, llegó un momento en el que decidí correr todo lo que pudiera hasta llegar junto a la meta, donde esperé a que llegara Sonia para cruzar los dos juntos la línea final.

Para terminar, mi agradecimiento a todos los que habéis compartido caminos y kilómetros conmigo este año, a los monitores de la piscina de San José, Cristina y Antonio, a nuestro quiromasajista Diego y a la primera persona que ha tenido el detalle de esperarme en una meta y que me recibió con un abrazo que no voy a olvidar. Todos formáis parte de esto y sin vosotros no creo que hubiera sido capaz de conseguirlo. Seguimos viéndonos en los caminos.

P.D. No, no he borrado a Sonia del Facebook ni la he bloqueado en el Whatsapp...

Comentarios (1)

JOSE MANUEL MAYA ÁLVAREZ
  • 1. JOSE MANUEL MAYA ÁLVAREZ | 11/12/2018
Que grandes sois los dos por Dios!!!!!! Enhorabuena!!!!

Añadir un comentario